Somos de nosotros mismos

En la vida, muchos buscan controlar, dominar, influenciar… pero la verdad más cruda y liberadora es esta: nadie tiene poder sobre nosotros a menos que se lo entreguemos.

Ese falso poder que otros creen tener nace cuando dudamos de lo que somos. Cuando nuestra identidad se tambalea, nuestra dignidad se vende barata y nuestras decisiones empiezan a depender del miedo o de la aprobación ajena. Nos volvemos en tierra fértil para el abuso cuando olvidamos quiénes somos, de dónde venimos y cuánto valemos.

Y es ahí donde comienzan a reinar los manipuladores: los que se alimentan de la fragilidad ajena para ocultar su propia debilidad disfrazándola de autoridad.

Pero cuando uno se planta en su verdad, con raíces firmes y carácter claro, nadie entra sin permiso. Nadie domina sin consentimiento.  Nadie hiere sin consecuencias.

Somos de nosotros mismos.

Ni del sistema.

Ni del pasado.

Ni de las opiniones.

Ni de quien intente quebrarnos.

Somos dueños de nuestra historia, custodios de nuestra dignidad y responsables de no ceder ni un gramo de poder por miedo o debilidad del alma.

Hoy más que nunca, hay que recordar:

• Nadie manda donde hay identidad clara.

• Nadie manipula donde hay carácter firme.

• Y nadie destruye donde hay raíz profunda.

Levántate con firmeza. No eres de nadie más que de ti… y de Dios.